los tres
problemas que debemos resolver en la oración”. Que el Señor guíe nuestra
comunión. Nosotros, los hermanos y hermanas, sabemos que la oración es el
camino para establecer una relación normal con Dios. Todos esperamos que
nuestras oraciones sean escuchadas y aceptadas, pero hoy muchos hermanos y
hermanas están afligidos por el hecho de que sus oraciones no son escuchadas ni
aceptadas. Entonces, ¿Cómo debemos orar según la voluntad de Dios y qué
problemas debemos resolver en nuestras oraciones para que el Señor las escuche?
1. Debemos
resolver el problema de hablar de manera pretenciosa, impráctica y deshonesta
cuando oramos
En nuestra vida
diaria, cuando oramos al Señor a menudo decimos cosas que son falsas,
exageradas o vacías, así que el Señor esconde Su rostro y no escucha. Por
ejemplo, en nuestras oraciones decimos con frecuencia: “Señor, sé que todas las
cosas en el mundo están sucias y que somos simplemente huéspedes y extranjeros
en este mundo. Quiero amarte y satisfacerte”. Sin embargo, en nuestra vida
seguimos sin poder dejar atrás las cosas del mundo como la riqueza, la
reputación y el estatus, e incluso las buscamos de manera activa. A veces,
oramos al Señor y decimos: “Dios, deseo ser un siervo leal y servirte con todo
mi corazón, con toda mi mente y con todas mis fuerzas”. Pero en nuestra obra,
cuando nos encontramos con dificultades que no sabemos resolver, nos quejamos
de las dificultades y los problemas. También oramos a menudo de la siguiente
manera: “Señor, deseo cargar con la cruz y seguirte”. Pero, cuando llegan
grandes dificultades, como la enfermedad o el encarcelamiento, se producen
quejas en nuestro corazón y culpamos al Señor por no protegernos. Estas oraciones
no son prácticas. No son palabras que salgan de nuestro corazón y por eso el
Señor no las acepta. El Señor Jesús dijo: “Dios es espíritu, y los que le
adoran deben adorarle en espíritu y en verdad” (Juan 4:24). Así, podemos ver
que el Señor nos exige que seamos personas honestas y que hablemos de manera
práctica y seria con el Señor. No debemos hablar de forma pretenciosa ni decir
cosas que no sean realistas o estaremos engañando al Señor y haremos que nos
deteste. Así que, cuando oremos, debemos practicar hablar al Señor desde el
corazón, de forma realista, y descartar las palabras falsas e hipócritas. No
debería importarnos cuánto hablemos o lo bien que suenen nuestras palabras,
sino que debemos preocuparnos de si oramos al Señor sinceramente. Por ejemplo,
cuando hacemos una obra para el Señor, quizás en nuestro corazón queramos ir
tras las cosas del mundo y la riqueza, así que debemos hablar honestamente al
Señor y pedirle que nos guíe y nos ayude a trabajar por Él con sinceridad. Si
nos encontramos con dificultades, debemos ser sinceros con el Señor: “Dios,
estoy teniendo dificultades en este momento, soy débil, quiero amarte, pero no
encuentro la voluntad para ello, así que te pido que muevas mi corazón y que no
permitas que mis dificultades me hagan débil”. Después de esto, debemos
colaborar activamente con Dios y confiar sinceramente en Él. Cuando cometemos
errores que ofenden al Señor o entendemos incorrectamente a Dios durante
nuestras dificultades, debemos aún más explicar honestamente al Señor la
corrupción que exponemos, nuestros verdaderos pensamientos, nuestras
dificultades, etcétera. Lo que decimos cuando oramos al Señor debe ser sincero
y verdadero, porque, si es así, tendremos siempre intimidad con Dios y Dios
escuchará nuestras oraciones. De esta manera, nuestro conocimiento de Dios se
profundizará y creceremos continuamente en la vida.
2. Debemos
resolver el problema de pasar por procesos, hacer las cosas por inercia y no
acercarnos a Dios con calma cuando oramos
Hoy, muchos de
nuestros hermanos y hermanas solo se centran en el proceso externo cuando oran
y no están orando en silencio delante de Dios. Piensa que, si estás ocupado en
el trabajo y tienes miedo de llegar tarde a trabajar por la mañana, en un
intento por ganar algo de tiempo murmuras una oración a medias a Dios. Estas
oraciones son una manera de salir del paso, simplemente haciéndolo por inercia.
O, cuando oramos en las reuniones y escuchamos a otra persona orar durante
mucho tiempo o decir muchas cosas, mientras que nosotros no tenemos mucho que
decir, nos da miedo que nos miren por encima del hombro si oramos menos que los
demás, así que cuando nos llega el turno, imitamos a la otra persona y decimos
muchas palabras, incluso repitiendo cosas que dijo el otro. Estas oraciones se
ofrecen para que la gente las oiga, así que no son oraciones que se digan en
silencio delante de Dios. El Señor Jesús nos dijo: “Pero tú, cuando ores, entra
en tu aposento, y cuando hayas cerrado la puerta, ora a tu Padre que está en
secreto, y tu Padre, que ve en lo secreto, te recompensará” (Mateo 6:6). La
palabra del Señor nos dice que debemos tener un corazón tranquilo y sosegado
cuando oramos delante de Dios, y que no debemos estar bajo la influencia de
ninguna persona, asunto o cosa. Por ejemplo, tal vez tengamos prisa por llegar
al trabajo por la mañana, pero, mientras esperamos el autobús, podemos calmar
nuestro corazón e ir en silencio delante del Señor. También podemos hacerlo en
nuestro corazón mientras vamos en el autobús o estamos en la oficina. Orar así
no nos pide que obedezcamos ninguna norma; sólo requiere que nos acerquemos al
Señor y consigamos el resultado de no separarnos de Él. Además, cuando oramos
en las reuniones, no deberíamos intentar hacer que los demás nos admiren cuando
oramos, ni preocuparnos por cómo nos ven los demás, sino que sólo debemos
buscar ir delante de Dios en silencio y abrirle nuestro corazón y aceptar el
movimiento del Espíritu Santo. Cuando hacemos esto, no estamos haciendo las
cosas sin pensar, y Dios nos escucha.
3. Debemos
resolver el problema de tener deseos extravagantes y siempre ser egoístas
cuando oramos
Como cristianos,
todos sabemos que no podemos hacer peticiones extravagantes a Dios, pero como
albergamos la intención de recibir bendiciones, a menudo hacemos demandas a
Dios sin darnos cuenta, haciendo peticiones extravagantes para satisfacer todo
tipo de deseos. Por ejemplo, para que nuestros hijos puedan entrar a una
escuela mejor, podríamos orar: “Dios, los exámenes de mi hijo(a) son en unos
pocos días. Te confío a mi hijo(a); te pido que le des inteligencia y sabiduría
para que saque buenas notas en el examen y tenga éxito en el futuro”. Los que
hacen negocios podrían orar: “Dios, te confío mi negocio y te pido protección y
ayuda; te pido que bendigas el éxito de mi negocio y les muestres a los
gentiles los milagros que puedes obrar, lo cual también me permitirá ser libre
de las carencias materiales”. Los que trabajan en la iglesia y se dedican a
ella podrían orar: “Señor, ahora que te sirvo y trabajo para ti, te pido que
bendigas a mi familia con un negocio exitoso, para que no les falte ropa ni
comida”. Estas oraciones contienen nuestros deseos extravagantes. Todas
demandan a Dios que haga esto o aquello según nuestros deseos. Somos seres
creados y debemos tener buen juicio delante del Creador. Debemos tener
corazones que teman a Dios y no pedirle a Dios que cumpla nuestros deseos. El
Señor Jesús también nos dijo: “Por tanto, no os preocupéis, diciendo: ‘¿Qué
comeremos?’ o ‘¿qué beberemos?’ o ‘¿con qué nos vestiremos?’ Porque los
gentiles buscan ansiosamente todas estas cosas; que vuestro Padre celestial
sabe que necesitáis de todas estas cosas. Pero buscad primero su reino y su
justicia, y todas estas cosas os serán añadidas” (Mateo 6:31-33). El Señor Jesús
nos enseñó que no debemos preocuparnos por qué comeremos o cómo nos vestiremos.
No debemos pedirle estas cosas al Señor, porque el Señor preparará y dispondrá
todo lo que necesitemos materialmente. El Señor nos pide lo siguiente: “Pero
buscad primero su reino y su justicia, y todas estas cosas os serán añadidas”
(Mateo 6:33). Esto quiere decir que primero deberíamos orar por el Reino de
Dios y Su justicia, porque Dios acepta este tipo de oración. Consideremos que
todos sabemos que estamos viviendo en los últimos días y sabemos que las
profecías dicen que Él regresará, así que debemos orar más para que el Reino de
Dios venga pronto a la Tierra, como está escrito: “Venga tu reino. Hágase tu
voluntad, así en la tierra como en el cielo” (Mateo 6:10). Debemos orar para
que el Señor nos guíe para ser vírgenes sabias y para poder darle la bienvenida
al Señor cuando escuchemos noticias de Su retorno. Debemos orar también para
escapar de nuestra corrupción y por la purificación. Estas oraciones para
recibir la verdad y la vida serán escuchadas por el Señor.
Finalmente, me
gustaría compartir con todos ustedes dos pasajes que leí en una página web
sobre el Evangelio: “¿Qué significa orar realmente? Quiere decir hablar con
Dios las palabras que están dentro de tu corazón y comunicarte con Dios después
de que comprendiste Su voluntad, basándote en Sus palabras; quiere decir
sentirte particularmente cerca de Dios, sentir que Él está enfrente de ti y que
tú tienes algo que decirle; y quiere decir estar especialmente radiante dentro
de tu corazón y sentir que Dios es especialmente precioso. Te vas a sentir
especialmente constreñido y, después de escuchar tus palabras, tus hermanos y
hermanas se van a sentir complacidos, van a sentir que las palabras que hablas
son las palabras que están dentro de sus corazones, las palabras que quieren
decir y que lo que tú dices representa lo que ellos quieren decir. Esto es lo
que significa orar verdaderamente. Después de que has orado verdaderamente, te
vas a sentir en paz y complacido en tu corazón; la fuerza para amar a Dios
crecerá y vas a sentir que nada en toda tu vida es más valioso o importante que
amar a Dios, y todo esto probará que tus oraciones han sido efectivas”.
“Mientras oras tu corazón debe estar en paz delante de Dios y debe ser sincero.
Estás realmente teniendo comunión y orando con Dios; no debes engañar a Dios
usando palabras que suenen bonito. La oración se centra alrededor de aquello
que Dios quiere completar hoy. Pídele a Dios que te ilumine y te esclarezca
más, y lleva tu estado real y tus problemas delante de Él para que ores y tomes
la determinación ante Dios. Orar no es seguir un procedimiento sino buscar a
Dios usando tu corazón sincero. Pide que Dios proteja tu corazón, capacitándolo
para que con frecuencia esté en paz delante de Dios, capacitándote para que te
conozcas y te desprecies y te abandones en el ambiente que Dios ha puesto para
ti, permitiéndote así tener una relación normal con Dios y haciendo de ti
alguien que verdaderamente ama a Dios”.
Gracias al Señor.
Las oraciones son nuestro puente espiritual de comunicación con Dios y siempre
que oremos al Señor con un corazón sincero y honesto y oremos para satisfacer
la voluntad de Dios, el Señor aceptará y escuchará nuestras oraciones. Gracias
al Señor por permitirme tener comunión con ustedes hoy. ¡Amén!
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